Más primaveral que el Valle de Benasque encontramos al de Pineta, que ofrecía unos contrastes de verdes espectaculares. El día salio redondo, un sol espléndido, una temperatura muy agradable y una cámara ansiosa de retratar tan bello lugar. Lástima que la hora no fuera la propicia para inmortalizar tan bello lugar con un sol tan alto y tan duro, pero se hizo lo que se pudo. Nuevamente con poco tiempo para disfrutar decidimos hacer una pequeña excursión que sube a una impresionante cascada a medio camino de las largas caminatas de los alpinistas más experimentados. Pineta es nuevamente un valle pirenaico que termina en una especie de circo que lo cierra y llama la atención la cantidad de cascadas y saltos de agua que lo pueblan.
La excursión nos eleva aun más, en busca de uno de esos saltos de agua y nos ofrece una vista privilegiada del valle. Los bosques de hayas que nos rodean, se visten de verdes claros que contrastan fuertemente con los verdes de pinos y abetos y sobretodo con los blancos de la nieve en las cumbres, juntos forman un mosaico precioso regado con el sonido del agua y de techo un azul radiante.
Todo este paseo presidido por una de las cimas más altas del Pirineo, el pico Monte Perdido de 3.355m. y a su derecha el Cilindro de Marboré (3.328m.) que riegan con sus nieves semi-perpétuas el precioso valle.
Por fin llegamos a la cascada, y nos refrescamos ante el esfuerzo de la subida, una bonita foto de recuerdo y emprendemos la vuelta esta vez junto al río de la cascada. Este descenso es vertiginoso y llego a contar más de 15 saltos de agua.
Entre el hayedo se cuela el sonido continuo del agua al bajar por la pendiente y en cada curva nos espera una bonita estampa, ya sea de su valle o de sus cascadas. Con más hambre que cansancio abandonamos el precioso valle de Pineta con el buen regusto aun merodeando en nuestra boca y con la promesa de volver, tal vez en Otoño, cuando los colores sean diferentes.
Saludos y mañana último apartado: Cañón de Añisclo.